jueves, 10 de agosto de 2017

Paella junto al mar

Uno de los viajes más clásicos para la comunidad de pilotos de avioneta y ULM de última generación es la visita al aeroclub de Castellón. Se sale por la mañana, se aterriza en este aeródromo que está a escasos cien metros de la playa, te das un refrescante baño en la playa, una paella junto al mar y vuelta por la tarde.

¿Pero y porque no hacerlo yo también? Tengo un avión, tengo un fin de semana libre y tengo las ganas. Además seguro que no me costará mucho liar a mi compañero de aventuras José Miguel Batalla, una eminencia en esto de los trike.

Le llamo, le propongo el plan y le parece muy bien así que cerramos la fecha para el 4 de agosto. El plan es salir el viernes cada uno de su campo de vuelo y reunirnos en el aeródromo de Torremocha de Jiloca en Teruel para pasar allí la noche y continuar al día siguiente hacia Castellón.

Para aprovechar bien el fin de semana es preciso que salga el viernes mismo pero esto tiene una pega y es que para llegar con margen suficiente de luz debo despegar a las 17:30 en pleno agosto y en medio de una ola de calor. Mientras estoy con los preparativos me llama mi amigo Juan y me dice que esta con otros compañeros de ruta con los trike (autenticos profesionales de los viajes en Trike) y que se ha enterado que vamos a Castellón y que van ellos también así que ahora seremos seis aviones más el mío, esto promete.

Ya estaba concienciado de que iba a cobrar por las turbulencias térmicas así que me preparo, cojo todos mis trastos y lleno el depósito.  A la hora prevista doy todo gas y nada más despegar empieza la fiesta, golpe va golpe viene voy trepando metros hasta ponerme en el límite del TMA donde la cosa se suaviza algo y pongo rumbo al aeródromo de Loring, un campo en las puertas de la aproximación del aeropuerto de Barajas, allí me ajusto a los 300 metros sobre el suelo y comienzo a recibir más golpetazos, miro a la derecha y veo las pistas de Barajas y los aviones despegando en mi dirección, todo un espectáculo.


 Continuo rumbo a Sigüenza,  me pasan unos buitres relativamente cerca, estos sí que se lo están pasando bien no como yo. Divisando la ciudad cambio a rumbo 154 y enfilo dirección a Torremocha. Esta parte es la más desierta, sin pueblos a la vista son todo bosques y cañones de caliza, sin duda la parte más bonita del recorrido. Tras 269km y dos horas y media de vuelo entro en el circuito y aterrizo sin mayor complicación en Torremocha. 

aterrizado en Torremocha
Algunos de los trike del grupo

la cabaña del aviador

Al poco tiempo aterriza José Miguel y tras él van llegando el resto de trike hasta completar los siete que seremos en el escuadrón hacia Castellón. Saludos, risas y tras dejar los aviones hangarados nos montamos en los coches de nuestros amables amigos de Torremocha  y vamos al pueblo a cenar.

foto del equipo

J.M y yo nos quedamos a dormir en el hangar. Que mejor hotel para los que nos gustan tanto los aviones. Me levanto pronto y aprovecho para curiosear el Sabaha que hay dentro, un fantástico ultraligero stall preparado para aterrizajes fuera de pista como los que se ven en Alaska, y es que este sitio lo regenta Arturo Polo, un gran maestro del Bush flying además de fotógrafo el cual trabaja la mitad del año aquí la otra mitad en Alaska.

El zapatones


Cuando ya estamos todos listos despegamos y ponemos rumbo a La Llosa, el campo base de Rafa y punto de encuentro propuesto antes de llegar a Castellón, tras una hora y media de vuelo tranquilo aterrizo allí y ya han llegado todos los demás. Había sido el último porque me había retrasado acercándome a ver el aeropuerto de Teruel, de los pocos rentables y sin necesidad de pasajeros, únicamente utilizado como “aparcamiento” y centro de mantenimiento.

aeropuerto de Teruel

Al rato despegamos y ya costeando vamos por el agua en un aire completamente lamirar y tranquilo, se ven playas, barcos, puertos, gente y tras 25 minutos llegamos al aeródromo de Castellón, sin duda el más ocupado que he visitado hasta las fecha, con un constante lanzamiento de paracaidistas sobre las misma pista, aviación general, helicóptero sanitario y hasta un ala delta remolcado con torno para pasear a turistas. Notificamos por radio y nos dan permiso para aterrizar, eso sí en dos minutos, así que todos nos ajustamos y vamos entrando uno tras otro hasta aterrizar los siete. Nada más salir de la pista J.M que iba el último empiezan a caer sobre el asfalto los paracaidistas. Menuda sincronización, fue tan buena que nos llamó por radio la torre para felicitarnos. Nunca habían visto tanto avión aterrizar juntos y tan rápido.

Junto a J.M

Recien aterrizados en Castellón


Tras la visita de rigor y pago de los 3 euros de tasas nos vamos andando a la playa. Ya con los bañadores puestos nos damos un buen chapuzón sobre agua anormalmente caliente y después a la terraza del restaurante con vistas al mar para degustar una paella y otras viandas regado todo ello con varias jarras de sangría bien fría. Como no podía ser de otra forma el cuerpo pedía siesta así que nos dirigimos al paseo marítimo y nos acomodamos sobre unos bancos.

Esperando la paella

!!La paella!!

Ya se iba echando la tarde y era hora de volver, nos cargamos bien de agua y volvimos al aeródromo. Quitamos las fundas, desanclamos los trike del suelo y tras la correspondiente autorización de puesta en marcha del motor ya estamos listos los siete para irnos al aire.

Ya en este punto el grupo se dividía, unos costeando por el norte hacia Cataluña, otros por el sur a Valencia y J.M y yo de nuevo a Teruel pasando por La Llosa.




El viaje comenzó tranquilo, disfrutando de las vistas de la costa y sin mayor complicación. Al llegar a La Llosa cambiamos de rumbo y empezamos a subir dirección Teruel siguiendo la autopista. Ya en este punto se veían nubes de evolución que no presagiaban nada bueno, el aire se volvió más turbulento y a medida que me acercaba a la sierra que teníamos que pasar las cosas empeoraban, llame por radio a J.M pero no respondía y hacía tiempo que nos habíamos perdido de vista, modifico mi rumbo buscando un hueco por el que pasar pero cada vez está más cerrado todo, el avión ya empieza es ser difícil de controlar y tengo que poner toda mi concentración en pilotarlo, decido dar la vuelta y volver a la Llosa pero en este punto la tormenta me ha rodeado y empieza a llover así que decido bajar y buscar el mejor camino que pueda para aterrizar, estoy preocupado porque no hay mucho donde caer pero tengo un golpe de suerte y entre las nubes aparece una pista de aterrizaje que no tenía registrada en el GPS. No es normal, mide por lo menos un kilómetro y tiene un hangar más propio de aviación comercial que de otra cosa, me pregunto qué será, ¿una instalación militar? Me da igual, estoy decidido a entrar allí, lo primero es mi seguridad. Corto motor pero al ala le cuesta bajar, la tormenta está chupando hacia arriba y tengo que picar y picar el ala para al cabo de un rato posarme sobre una pista gigante sin más instalación que un hangar desmesurado en un lateral.


La tormenta de la que salí huyendo

Apago el motor y salgo del trike. No veo a nadie pero el hangar está abierto, ¿hola? ¿Hay alguien?.....

Al día siguiente emprendí el viaje a Torremocha, aterricé allí, nos pusimos al día J.M y yo, reposté combustible y puse rumbo a Madrid donde llegaría dos horas y media más tarde en medio de un calor tremendo y como no turbulento.


En total ese fin de semana haría 930Km. Mi viaje más largo hasta la fecha y en el que más cosas he aprendido.

Foto del equipo trikero
 

¡Nos vemos en próximas aventuras!

No hay comentarios:

Publicar un comentario